Cae la tarde callada y trémula; miras al cielo y unos pequeños visos de arreboles pintan de
rojo las nubes; tal vez, observas una lluvia ligera de esas que purifican el alma y te arrojas a
volcar todo eso que percibes del espacio en una hoja, quieres sacar eso que tienes “entre
pecho y espalda”; tomas una hoja y un bolígrafo, y… ¡no sale como lo imaginabas ¡¿Por
qué ocurre esto? ¿Qué puedes hacer?
Esto sucede cuando no podemos conectar con las profundidades donde habitan nuestras
emociones más virginales y primigenias, en otras palabras, con el “entresijo” o “las
vísceras”. Sucede porque pensamos demasiado y opacamos esa voz interior impoluta; y por
pensar demasiado me refiero a que perdemos el hilo de la inspiración al preocuparnos por
detalles autocorrectivos, por escoger ciertas palabras o por priorizar las formas. Esto se
denomina: pensamiento superficial que da como resultado escritos superficiales e
impostados.
¿Hay solución? ¡Por supuesto ¡
EL EJERCICIO DEL SABIO O MENTOR
Comienza escribiendo un relato en el cual inicias un viaje a una montaña donde habita un
sabio ermitaño; aprovecha el momento para ejercitar tu técnica descriptiva mientras
avanzas en la trama. Una vez lo encuentras en su cueva más profunda en el pico de la
montaña, lánzale las preguntas más profundas que se te puedan ocurrir, interrógalo sin
piedad. Preguntas como: ¿por qué vine a este planeta? O ¿Cuál es el significado de la
existencia?, podrían funcionar. ¿Tengo alguna meta predestinada en la vida? O ¿Quién es
Dios?... puedes darle rienda suelta a tu imaginación. Ten en cuenta que el sabio es
omnisciente y por ende conoce todas las respuestas. Escribe cada respuesta que te da el
sabio, ya sabes, no pienses demasiado, solo toma lo que fluye de tu interior, de la parte más
privada de ti.
Funciona también si le haces confesiones de cosas íntimas, secretos que te costaría contarle
a alguien más. El mentor, sin reparos y sin prejuicios, te dará respuestas, escríbelas en tu
relato, ya lo sabes, sin calcular demasiado, solo toma lo que emerge de ti.
Puedes hacer este ejercicio las veces que sean necesarias para ti, hasta que sientas un alivio
y un sosiego que solo tú podrías identificar. Porque… ¿Quién si no tú mismo/misma es el
sabio o mentor?
Estoy seguro de que, si haces estos ejercicios de forma concienzuda, podrás identificar esa
parte de ti que al fluirle la inspiración lo traducirá en hermosos escritos, escritos profundos
que no pasarán desapercibidos.
Con amor: Luis Felipe Molano H.
Comentarios